viernes, 12 de febrero de 2010

Debate indirecto con un teólogo

Hace un par de días un amigo me pasó un texto de un teólogo estadounidense, que defendía la postura oficial católica sobre la teoría de la evolución. Me pareció interesante leerla, y luego hacer una crítica basándo en mi punto de vista (el que comparto con gran parte de la comunidad científica). Aquí va el texto, extraído de la página web .

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Pregunta:

¿Cómo responde la Iglesia Católica a la teoría científica de Darwin? M. M.
Respuesta:

Estimada:

Le respondo al tema de la posición de la Iglesia respecto de la evolución con el artículo de E. Wasmann, de la Enciclopedia Católica.

Los católicos y la evolución

Una de las cuestiones más importantes para todo católico educado de hoy es: ¿Qué hemos de pensar sobre la teoría de la evolución? Acaso hemos de rechazarla como sin fundamento o enemiga del cristianismo, o más bien hemos de aceptarla como una teoría establecida del todo compatible con los principios de una concepción cristiana del universo?
Debemos distinguir cuidadosamente entre los diferentes significados de las palabras teoría de la evolución para poder dar una respuesta clara y correcta a esta interrogante. Distingamos (1) entre la teoría de la evolución como una hipótesis científica y como una especulación filosófica; (2) entre la teoría de la evolución basada en principios teístas y la basada en fundamentos materialistas y ateístas; (3) entre la teoría de la evolución y el Darwinismo; (4) entre la teoría de la evolución aplicada a los reinos animal y vegetal y aplicada al ser humano.

Hipótesis científica vs especulación filosófica.

Como una hipótesis científica, la teoría de la evolución busca determinar una sucesión histórica de varias especies de plantas y animales en nuestra tierra, y, con la ayuda de la paleontología y otras ciencias, tales como la morfología comparativa, la embriología y la bionomía, con el fin de demostrar que en el transcurso de las diferentes épocas geológicas, estas especies evolucionaron gradualmente desde sus inicios por causas naturales puramente de su desarrollo específico. La teoría de la evolución, entonces, como hipótesis científica, no considera las especies de plantas y animales actuales como formas directamente creadas por Dios, sino como resultado final de una evolución de otras especies existentes en períodos geológicos anteriores. Por lo tanto, es llama la 'teoría de la evolución' o 'la teoría de la descendencia' ya que implica la descendencia de las presentes especies de otras ya extintas. Esta teoría se opone a la teoría de la constancia que asume la inmutabilidad de las especies orgánicas. La teoría científica de la evolución, entonces, no se involucra con el origen de la vida. Simplemente investiga las relaciones genéticas de especies sistemáticas, géneros y familias y se propone colocarlos de acuerdo a las series de descendencia naturales (árboles genéticos).

¿Qué tan basada en hechos observados está la teoría de la evolución? Se entiende que aún solo es una hipótesis. La formación de nuevas especies se observa directamente solo en unos cuantos casos, y solamente en referencia a las formas que está íntimamente relacionadas; por ejemplo, las especies sistemáticas de género planta Oenothera, y del género escarabajo Dimarda. Sin embargo, no es difícil dar una prueba indirecta de alta probabilidad para la relación genética de muchas especies sistemáticas entre ellas y con formas fósiles, como ocurre en el desarrollo genético del caballo (Equidae), de las amonitas, y de muchos insectos, especialmente de aquéllos que viven como 'huéspedes' con hormigas y termitas, y que se ha adaptado de muchas maneras con anfitriones. Al comparar las pruebas científicas de la probabilidad de la teoría de la evolución, encontramos que ellos crecen en número y en peso, conforme es más pequeño el círculo de formas en consideración, pero se vuelven cada vez más débiles si incluimos un mayor número de formas, tales como las comprendidas en una clase o en un sub-reino. De hecho, no existe ninguna evidencia de la descendencia genética común de todas las plantas y animales de un mismo organismo primitivo. Por eso, hay más botánicos y zoólogos que consideran la evolución poligenética (polifilética) como más aceptable que una monogenética (monofilética). En la actualidad, sin embargo, es imposible decidir cuántas series genéticas independientes han de ser aceptadas en los reinos animal y vegetal. He ahí el meollo de la teoría de la evolución como hipótesis científica. Está en perfecta concordancia con el concepto cristiano del universo; pues la Sagrada Escritura no nos dice en qué forma las especies de plantas y de animales existentes en la actualidad fueron creadas originalmente por Dios. Tan temprano como 1877, Knabenbauer afirmó 'que no hay objeción en lo que concierne la fe, en suponer la descendencia de toda especie animal y vegetal de unos cuantos tipos' (Stimmen aus Maria Laach, XIII, p. 72).

Ahora bien, pasando a la teoría de la evolución como especulación filosófica, la historia de los reino animal y vegetal en nuestra tierra no es más que una pequeña parte de la historia de todo el planeta. De igual manera, el desarrollo geológico de nuestra tierra no constituye sino una pequeña parte de la historia del sistema solar y del universo. La teoría de la evolución como concepto filosófico considera la historia entera del cosmos como un desarrollo armónico, producido por leyes naturales. Este concepto está en concordancia con la visión cristiana del universo. Dios es el Creador del cielo y de la tierra. Si Dios produjo el universo por un acto creador singular de su Voluntad, entonces su desarrollo natural por medio de leyes implantadas en él por el Creador, es para mayor gloria de su Poder y Sabiduría Divinos. Santo Tomás dice: 'La potencia de la causa es mayor entre más remotos los efectos a los que se extiende.' (Summa c. Gent., III, c1xxvi); y Suarez: 'Dios no interfiere directamente con el orden natural, allí donde las causas secundarias son suficientes para producir el efecto deseado.' (De opere sex dierum, II, c.x, n.13). A la luz de este principio de la interpretación cristiana de la naturaleza, la historia de los reinos vegetal y animal en nuestro planeta es, por decirlo así, un versículo en un volumen de un millón de páginas en que el desarrollo natural del cosmos está descrito y sobre cuya portada está escrito: 'En el principio Dios creó el cielo y la tierra.'

Teorías teístas y ateístas de la evolución

La teoría de la evolución citada antes, se basa en un fundamento teísta. A diferencia de esto, existe otra teoría que tiene bases materialistas y ateístas, cuyo primer principio es la negación de un Creador como persona. La teoría ateísta de la evolución es ineficaz para dar cuenta de los primeros inicios del cosmos o de la ley de su evolución ya que no admite ni creador ni legislador. Por otra parte, la ciencia natural ha probado la generación espontánea -es decir el génesis independiente de un ser viviente a partir de materia no viviente-contradice los hechos observados. Por esta razón, la teoría teísta de la evolución postula una intervención por parte del Creador en la producción de los primeros organismos. Cuándo y cómo fueron implantadas las primeras semillas de la vida, no lo sabemos. La teoría cristiana de la evolución también demanda un acto creador para el origen del alma humana, ya que el alma no puede tener su origen en la materia. La teoría ateísta de la evolución, por el contrario, rechaza el supuesto de una alma separada de la materia, y por lo tanto se hunde en un simple y sencillo materialismo.

La teoría de la evolución vs Darwinismo

El Darwinismo y la teoría de la evolución no son de ninguna manera conceptos equivalentes. La teoría de la evolución fue propuesta antes de Charles Darwin, por Lamarck (1809) y Geoffrey de St Hilaire. Darwin en 1859, le dio una nueva forma tratando de explicar el origen de las especies por medio de la selección natural. De acuerdo con esta teoría, la reproducción de nuevas especies depende de la supervivencia del más fuerte en la lucha por la existencia. La teoría de la selección de Darwin es Darwinismo -en el sentido más estricto y preciso de la palabra. Como teoría, es inadecuada científicamente ya que no da razón del origen de atributos adaptados para el propósito, lo cual debe remitirse a las causas originales, interiores de la evolución. Haeckel, junto con otros materialistas, amplió esta teoría de la selección a una idea filosófica del mundo, intentando así explicar toda la evolución del cosmos mediante la supervivencia azarosa del más fuerte. Esta teoría es Darwinismo en el segundo y más amplio sentido de la palabra. Es esa forma ateísta de la teoría de la evolución que fue señalada arriba (en el numeral 2) como insostenible. El tercer significado del término Darwinismo surgió de la aplicación de la teoría de la selección al ser humano, la cual es igualmente imposible de aceptar. En cuarto lugar, el Darwinismo con frecuencia, en el uso popular, representa la teoría de la evolución en general. Este uso de la palabra se basa en una confusión evidente de ideas, y debe, por lo tanto, dejarse de lado.

Evolución humana vs Evolución animal y vegetal

¿Hasta qué punto la teoría de la evolución es aplicable al hombre? Que Dios debió haber hecho uso de causas originales, evolutivas y naturales en la producción del cuerpo del ser humano, es per se no improbable, y fue propuesto por San Agustín (veáse Agustín de Hipona, San, bajo V. Agustinismo en la historia). Las pruebas actuales de que el cuerpo humano desciende de los animales son sin embargo, inadecuadas y especialmente con respecto a la paleontología. Y el alma humana no puede haber derivado, mediante la evolución natural, de seres brutos, ya que es de naturaleza espiritual; por lo cual, hemos de referir su origen a un acto creador de parte de Dios.

Para una exposición más profunda, Wasmann, Biología Moderna y la Teoría de la evolución (Freiburg im Br., 1904). De la literatura más antigua, Mivort, Sobre el génesis de las especies (Londres y New York, 1871).

E. WASMANN
Transcrito por WG Kofron
Agradecimiento a la iglesia Santa María, Akron, Ohio
Traducido por Delma González Duarte



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Ya sé que es muy difícil ponerse de acuerdo en cuestiones relacionadas con la religión. Sin embargo, me propuse a escribir una crítica al teólogo, no para que quienes piensan distinto a mí cambien de parecer, sino para fomentar el debate sano. ¿Por qué me gusta debatir, si pareciese que no lograra nada en la práctica? Creo que las discusiones sanas contribuyen a reafirmar mejor las opiniones de unos y de otros, ya que, en pos de defender su postura, uno confirma y expresa su saber. Además, uno aprende de ciertas formas de ver del compañero de discusión, abriendo la mente y ganando experiencia en manera de respeto y comprensión hacia las ideas de la gente en general. Luego de esta breve introducción, está escrito lo oportuno: la crítica en sí.

Pongámonos a revisar ciertas cuestiones que plantea el teólogo.

En el segundo párrafo, postula que “La teoría científica de la evolución, entonces, no se involucra con el origen de la vida. Simplemente investiga las relaciones genéticas de especies sistemáticas, géneros y familias y se propone colocarlos de acuerdo a las series de descendencia naturales (árboles genéticos).” Dicha proposición puede ser utilizada perfectamente para apoyar la idea del creacionismo primitivo (el que según las distintas religiones del mundo originó, sea de forma monofilética o polifilética, a los seres que nos rodean). Sin embargo, nos encontramos con que la moderna teoría de la evolución sí es válida para explicar el origen mismo de la vida. Como sabrás, nuestro organismo y el organismo de todos los seres vivos se componen básicamente de las mismas sustancias, moléculas complejas denominadas “orgánicas”. No sólo la materia que forma el tronco de un árbol como la que forma nuestra carne es prácticamente la misma (aunque esté dispuesta de otra forma), sino que la estructura y los procesos biológicos de ambos seres se rigen por un mismo código: el que forma la unión de bases nitrogenadas en una cadena de ADN.

Entonces, los científicos pueden suponer factiblemente que los seres vivos primitivos unicelulares surgieron a partir de moléculas orgánicas desorganizadas, disueltas en un llamado caldo primordial. ¿Es probable que ese caldo haya existido? Bastante, si analizamos la cantidad de sustancias simples de la tierra que puedan formar otras más complejas, y si tenemos en cuenta los procesos que permiten dicha formación, en hace 3500 millones de años eran abundantes (elevada irradiación UV y de partículas cósmicas, descargas eléctricas o erupciones de calor que pueden acelerar la interacción entre moléculas, y aumentando así las probabilidades de formar moléculas orgánicas).

Pero ahora, ¿cómo puede explicar la teoría de la evolución actual que dichas moléculas orgánicas hayan formado estructuras más complejas, denominadas seres vivos? La explicación de esto es que la llamada selección natural empezó desde antes de la mismísima biogénesis. No sólo las moléculas individuales más resistentes al medio son las que “sobrevivieron” y no se desintegraron o alteraron, sino que ciertas moléculas catalizadoras serán las más afortunadas. Es que ciertas moléculas (conocidas y observadas hoy en día) tienen la asombrosa capacidad de unir o alterar a otras para transformarlas en copias idénticas de ellas mismas. Estas moléculas habrían sido muy raras en un principio, sí, y de formación muy azarosa o dificultosa. Dicha capacidad de replicación también es azarosa, ya que ellas no “eligieron” tenerla (o nadie eligió que la tengan), simplemente son el producto de una disposición muy afortunada de elementos simples, que químicamente permite que suceda lo mencionado.

Decíamos que en un principio estas moléculas habrían sido escasas, pero gracias a esta reproducción primitiva habrían podido aumentar su cantidad notoriamente, imponiéndose sobre otras moléculas, y aumentando las posibilidades de sufrir mutaciones fortuitas (cuanto mayor es la población, es más probable que algún espécimen de esa población mute debido a influencias externas agresivas). Las mutaciones son también azarosas, y por ende, como está comprobado, en su mayoría son negativas. Pero también hay mutaciones afortunadas o positivas, que permiten la mejora de la capacidad adaptativa del espécimen, en vías a formar una nueva especie (véase especiación). Entonces, las moléculas individuales podrían haber adquirido perfectamente una capacidad de asociación entre ellas, así como capacidad de degradar moléculas complejas para aprovechar su energía, y así permitirse sistemas de reproducción más complejos, delegados a sólo una pequeña parte de las moléculas totales del organismo. A partir de ese momento, la historia es conocida. La biogénesis ya ha comenzado, y la evolución permitirá que esas primitivas agrupaciones de moléculas se transformen en estructuras mucho más complejas.

Luego, pasemos al tercer párrafo. El teólogo dice que “La teoría ateísta de la evolución es ineficaz para dar cuenta de los primeros inicios del cosmos o de la ley de su evolución ya que no admite ni creador ni legislador.” Ciertamente, la ciencia moderna postula una relación íntima causa-efecto para explicar la evolución de nuestro Universo, con algunos agregados de azar (respaldado por la controvertida Teoría cuántica), no proveniente de la acción de ningún ente divino sino estipulado como normal por las mismas leyes de la física. Como es de esperar, los hombres intentamos descubrir cuál fue la causa primera que generó todo lo que conocemos. Nada más natural.

Ciertas religiones o doctrinas científicas creen que el universo nunca tuvo una causa primera, que el universo es infinito tanto hacia atrás como hacia delante, y qué (según algunos científicos) el universo tendrá y tuvo una serie infinita de big-bans y big-crunches, en un eterno vaivén. La serie de causas-efectos en este caso, es algo “natural”, que no necesita ser explicado ya que forma parte de lo más primordial de la existencia. Por supuesto, esa teoría no puede respaldarse con ningún fundamento demostrable. Sin embargo, ¡tampoco pueden hacerlo lo que sostienen que el génesis del universo fue único y fue ingeniado por un Dios, como tampoco los que evitan a este Dios! No se puede afirmar que una cosa es más valida que otra cuando ambas cosas están en igualdad de condiciones. Claro, afirmar que el universo se generó solo o que nunca se generó (porque siempre estuvo) suena muy absurdo, ya que estamos contradiciendo muchas leyes tangibles, pero también suena absurdo afirmar que un Dios planificó todo a pluma y papel. ¿Por qué suena absurdo? Porque deberíamos explicar el origen de dicho Dios, para no contradecir, nuevamente, la ley causa-efecto. Si afirmamos que Dios siempre existió, daría lo mismo afirmar que también lo hizo el universo (ya que Dios es el universo), y si afirmamos que Dios se creó solo, también estamos alabando la otra teoría materialista postulada. Como vemos, no podemos escapar del absurdo, porque siempre terminamos recayendo en las mismas teorías.

Por otra parte, la ciencia natural ha probado la generación espontánea -es decir el génesis independiente de un ser viviente a partir de materia no viviente-contradice los hechos observados.”. Realmente no encontré en ningún sitio ninguna referencia semejante a “científicos descubren que la generación espontánea es plausible”. Además, es sumamente ilógico, ya que los científicos, al descubrir algo concreto, deben investigar obligatoriamente las causas del hecho (ley que forma parte del método científico). Y la generación espontánea no obedece a ninguna causa.

La teoría cristiana de la evolución también demanda un acto creador para el origen del alma humana, ya que el alma no puede tener su origen en la materia. La teoría ateísta de la evolución, por el contrario, rechaza el supuesto de una alma separada de la materia, y por lo tanto se hunde en un simple y sencillo materialismo.” ¿Sencillo materialismo? Veamos, ¿qué es con exactitud el alma para la ciencia materialista? El alma, es equivalente de la mente, ya que sin mente no hay alma y viceversa, en mi postura. Si alguien contradice esta afirmación, se está oponiendo al postulado cristiano que dice que los animales se diferencian de los humanos por no poseer alma, ya que no pueden pensar. Pero sigamos. La mente está definida como la actividad de nuestro cerebro. El cerebro se compone de neuronas que interactúan entre sí de forma química y física, provocando cosas tangibles como los pensamientos y las acciones. Si seguimos la ley determinista de la causa-efecto y dejamos los azares únicamente para ámbitos mecánico-cuánticos, concluimos que esas interacciones neuronales se rigen por causas. Si se rigen por causas, nuestros pensamientos y acciones están predestinados. Si están predestinados, entonces nuestro libre albedrío no existe y somos partes íntegras de las redes del universo. Visto desde esa forma, somos únicamente materia, que reacciona entre sí. Y el alma, representación virtual de esas interacciones, no existiría. Aunque nos alejemos del determinismo e introduzcamos el azar o la acción divina en nuestra mente, nunca podrá existir un absoluto libre albedrío. Si proponemos que el absoluto libre albedrío existe, y proviene de la ciencia (no del alma), aunque no pueda ser explicado por el conocimiento actual, esta proposición sería una mera teoría, con posibilidades de ser factible, pero imposible de comprobar, por lo menos en estos tiempos. Y se enfrentaría con la teoría del alma, también imposible de comprobar, por lo que tampoco podemos afirmar que una teoría es más válida que otra. Finalmente, la primera teoría no consistiría de un sencillo materialismo, sino de uno muy complejo.

Continuemos por el cuarto párrafo. Dice: “Darwin en 1859, le dio una nueva forma tratando de explicar el origen de las especies por medio de la selección natural. De acuerdo con esta teoría, la reproducción de nuevas especies depende de la supervivencia del más fuerte en la lucha por la existencia. (…) Como teoría, es inadecuada científicamente ya que no da razón del origen de atributos adaptados para el propósito, lo cual debe remitirse a las causas originales, interiores de la evolución.” Es cierto que Darwin, al escribir El origen de las especies, no dio claras explicaciones acerca de cómo, exactamente, las especies desarrollan características para poder adaptarse. Sucede que Darwin escribió dicho libro nada más ni nada menos que en la mitad del siglo XIX, basándose en sus trabajos a principios de ese siglo. En aquella época, se desconocía cómo las características de los individuos se transmitían a través de las generaciones. Más precisamente, se ignoraba la existencia del ADN como soporte material en el que se escribía la información genética, información que puede alterarse por mutaciones provocadas por el medio (radiación, toxinas) o por un error natural de la replicación génica (como sucede en la mayoría de los casos). Entonces, ¿cómo va a Darwin siquiera imaginarse que las adaptaciones se producen por las ya mencionadas “mutaciones afortunadas”, si ni siquiera se conocía el origen de estas mutaciones? Es por eso que Darwin no pudo profundizar nada sobre el tema.

Sin embargo, el darwinismo no murió con Darwin, ya que eso sería congelar una teoría y evitar que se mejore con el paso de los años. A lo largo del siglo XX, la prioridad de la ciencia darwinista fue investigar la genética desde el punto de vista molecular (ADN). Las mutaciones, aunque son sufridas en muy pocas ocasiones en tiempos “humanos”, son lógicamente muy frecuentes en tiempos evolutivos (cientos de miles de años), y estadísticamente pueden generar un buen número de genes buenos o afortunados. Así, los continuadores de Darwin pudieron dar una explicación genética a la selección natural, y por ende a la evolución.

Los animales, ya que no conocen la medicina por su cuenta, tenían pocas probabilidades de sobrevivir a ciertos cambios climáticos o de la biosfera (invasión de depredadores, falta de alimentos al alcance de la mano), por lo que una mínima ventaja en el genoma hacia una gran diferencia (sólo sobrevivían los más fuertes, los que cazaban de forma más inteligente, los que tenían un pelaje más denso para sobrevivir a inviernos crudos, o bien los que tenían poco pelaje para expulsar el calor corporal en climas cálidos). Y la diferencia entre un gen para pelo corto, y otro para pelo largo, es ínfima. En conclusión, la rama fundamentada de la teoría de la evolución es sinónima de darwinismo.

Desde esa parte hasta el final del texto leí proposiciones como estas: “El tercer significado del término Darwinismo surgió de la aplicación de la teoría de la selección al ser humano, la cual es igualmente imposible de aceptar. (…) Las pruebas actuales de que el cuerpo humano desciende de los animales son sin embargo, inadecuadas y especialmente con respecto a la paleontología. Y el alma humana no puede haber derivado, mediante la evolución natural, de seres brutos, ya que es de naturaleza espiritual.” La primera oración, encontrada en el mismo párrafo que hablaba sobre el darwinismo, no estaba apoyada de ninguna justificación explícita. Simplemente “es imposible” por el simple hecho de serlo. Una regla común de la lógica (una ciencia completamente universal) impide hablar sin sostenerse. Y algo que se dice sin que se sostenga, por más que sea cierto al fin y al cabo, no puede ser utilizado como argumento válido para discutir una cuestión tan grande como ésta.

Luego, dice que le evolución humana no puede ser sostenida por los hallazgos paleontológicos. Eso es verdad, pero debería saber que la paleontología pocas veces arroja información completa sobre el individuo hallado (el paso del tiempo hace lo suyo), y con los pocos especimenes que hasta ahora se han localizado es muy complicado trazar una línea clara en la historia de nuestra especie, pese a que se sabe de la existencia de muchas especies con rasgos cuasi-humanos, que evidencian un desprendimiento de de los simios actuales. Especies que se asemejan más a un humano que a un chimpancé, al fin y al cabo.

Si las pruebas paleontológicas no parecen ser suficientes (ya he dicho que toda proposición debe sostenerse), ¿por qué se puede asegurar que el hombre evolucionó del resto de los animales? Reformulo la pregunta: ¿por qué el ser humano, cuyo organismo presenta muchas similitudes con otros animales, y cuyo cerebro funciona de forma parecida a los grandes simios, no podría haber evolucionado de ellos? ¿Por qué buscar una explicación mística, cuando terrenalmente contamos con una explicación perfectamente funcional? ¿Qué es lo que le impediría? Nada, en realidad, ya que tanto el cuerpo como la mente habrían evolucionado de la misma forma, componiendo una verdadera transición entre las bestias y los humanos.

El alma humana no puede haber derivado, mediante la evolución natural, de seres brutos, ya que es de naturaleza espiritual”. Si consideramos que el alma es lo que nos hace personas (pensamientos, acciones y conciencia), durante la mayor parte de su historia, el hombre no tuvo alma. Pese a que la BibliaPor lo que tildar de “sin alma” a seres que no utilizan el pensamiento o el lenguaje, sería lo mismo que tildar de “sin alma” a la especie humana, que, si hacemos un promedio, casi siempre fue salvaje, como lo fueron los primeros humanos (hablar de un único primer humano va en contra de la teoría de la selección natural, que se explica por los agregados genéticos de progenitores ventajosos en el conjunto de toda una población). menciona que la humanidad no cuenta con más de 6.000 años, los individuos hallados más antiguos de la especie humana datan de 200.000 años de antigüedad, y genéticamente son casi idénticos a los africanos de hoy en día, con un cerebro, en teoría, de igual capacidad de procesamiento. Sin embargo, los primeros indicios de inteligencia humana (construcciones, herramientas, pinturas, armas, etc.) datan de tan sólo 50.000 años. ¿Qué ocurrió exactamente en esos 150.000 años? La mayor parte de los científicos opina que la construcción del pensamiento fue muy paulatina, ya que no bastaba un cerebro potente (que sólo se usaría para cazar de forma eficiente) para pensar y comunicarse de forma humana.

¿Y por qué hablar tan concisamente de un “alma” y una “no alma”, cuando el límite entre nuestra inteligencia y la inteligencia animal es difuso? Ciertas poblaciones chimpancés utilizan piedras a modo de herramientas, a diferencia de otras poblaciones genéticamente idénticas que no lo hacen. Eso habla de diferencias culturales, que se diferencian de las diferencias fisiológicas y evidencian una forma primitiva de inteligencia, ya que sin el saber no hay cultura. Otro ejemplo más impactante es el del lenguaje de silbidos de la ballena azul. Es verdaderamente complejo y regular, al igual que el de algunas aves. Sin embargo, se compone de diversos dialectos regulares “hablados” en lugares distintos, sin que ninguna explicación genética avale estas diferencias.

Finalmente, hay que ponerse a analizar el origen de las razas. ¿Cómo explicar que la humanidad se compone de distintas razas (con genomas ínfimamente diferenciados, pero suficientes para codificar características fisiológicas distintas), cuando según las religiones abrahámicas todos descendemos de una única pareja? Cada persona guarda en sí genes recesivos, que no se corresponden con sus propias características, pero pueden trasmitir estos genes a su descendencia. Por ejemplo, yo tengo el pelo negro, pero perfectamente puedo “almacenar” el gen para el pelo rubio, sin que se exprese en mí. Sin embargo, es imposible que Adán y Eva hayan portado todos los genes que codificarían los rasgos de todas las razas, y dentro de cada raza, los que diferenciarían a cada familia y a cada individuo. Tiene que haber continuado una evolución luego del nacimiento del hombre como especie, que permitió la inmensa variedad del crisol génico actual. Y si existió dicha evolución posterior, ¿por qué no podría haber existido una evolución anterior, ya que evidentemente el hombre puede evolucionar? ¿Y qué impediría que el hombre siga evolucionando ahora, en poblaciones aisladas o de bajos recursos en donde no existiría una medicina que pueda asegurar la supervivencia de personas fisiológicamente desfavorables?

Para una exposición más profunda, Wasmann, Biología Moderna y la Teoría de la evolución (Freiburg im Br., 1904). De la literatura más antigua, Mivort, Sobre el génesis de las especies (Londres y New York, 1871).” Así cierra el texto. Yo pienso, ¿no sería mejor sostenerse sobre publicaciones más contemporáneas, que podría entender mucho mejor la teoría de la evolución tal cual como es ahora? ¿Qué sentido tiene leer críticas sobre algo que ya no existe, o mejor dicho, existe pero totalmente actualizado y replanteado?



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