viernes, 26 de marzo de 2010

34º Aniversario del Golpe de Estado

El 24 de marzo lo recordamos como un día que, lejos de ser bienaventurado, marcó el comienzo del peor régimen autoritario de la historia contemporánea Argentina. En el marco de una sociedad que desestimaba al gobierno democrático de Isabel Perón, se irguió una junta militar destinada, explícitamente, a “reformar” el país de arriba a abajo.
Se hicieron llamar Proceso de Reorganización Nacional, (término que todavía sigue siendo usado erróneamente) y su plan consistía básicamente en reprimir todo pensamiento que se opusiera a su doctrina totalitaria y neo-fascista, mediante el empleo de la censura pública en publicaciones, obras de arte y medios periodísticos, además de la represión violenta, detención y muerte. Se impusieron estrictas limitaciones hasta en la forma de vestirse y de arreglarse, y se cerraron carreras universitarias y centros de investigación en todo el país.

Durante los siete años que duró la dictadura, se organizaron planes metódicos de detención, tortura y exterminio hacia los que, a su criterio, eran subversivos, continuando con el modo de acción que la Alianza Anticomunista Argentina había iniciado años antes del Golpe. En tan solo los primeros cuatro años de dictadura se detuvo a la mayoría de los 30.000 desaparecidos que ahora se calculan, alterando para siempre la conciencia colectiva de nuestra nación, una vez enterada completamente de estos delitos de Estado. En medio de esta masacre, la publicidad oficial de autopromoción siguió su curso, sin percances, y el ocultamiento de todos los crímenes de lesa humanidad que se estaban cometiendo en ese momento contribuyó a un silencio sepulcral por parte de la mayoría de la población, que, aunque en general dudaba del accionar de los militares, no se atrevía a pensar demasiado. En 1978, en plena época de terror, Argentina albergó el decimoprimer Mundial de Fútbol. Éste había sido planeado antes del Golpe de Estado, pero aun así contribuyó muy bien a la publicidad nacionalista dentro de nuestras fronteras, necesaria para seguir manteniendo un discreto apoyo al régimen. Los partidos más importantes se jugaron en el Estadio Monumental, no lejos de la Escuela de Mecánica de Armada, edificio considerado el peor centro de detención de toda la dictadura. Sólo allí, 5000 personas fueron torturadas y posteriormente desaparecidas.

Pero, ¿quiénes eran estos 30.000 desaparecidos? ¿Eran terroristas o cómplices de terrorismo, como confirmaban los militares de la Junta? No se puede obviar que en el marco de esta llamada Guerra Sucia existieron hechos delictivos graves por parte de organizaciones que luchaban en contra de la Dictadura. En lugar de recibir un juicio justo, como lo estipula nuestra Constitución Nacional, fueron sometidos a estos horrorosos procesos clandestinos. Con el agravante de que la gran mayoría de los desaparecidos eran estudiantes secundarios y universitarios, sin cargos penales, e incluso algunos, sin participación alguna con organizaciones sociales o militantes. El criterio de detención, además de ser obviamente injusto, no tenía ningún tipo de lógica: tener, por ejemplo, en una libreta el teléfono de alguien considerado subversivo equivalía a colaborar con él, a los ojos de los represores. Muchos eran estudiantes que, como las víctimas de la Noche de los Lápices, defendían una causa a favor de toda la comunidad estudiantil, o bien, protestaban pasivamente contra el autoritarismo del gobierno. Estudiantes como nosotros, al fin y al cabo, que, quizá por abrir demasiado la boca o tener menos reparos que otros al exhibir sus posesiones, terminaron con una suerte distinta.

Cada 24 de marzo conmemoramos el aniversario del Golpe de Estado que marcó para siempre la historia argentina. Conmemoramos también a los 30.000 desaparecidos que dejó este régimen de terror, comprometiéndonos a nunca más dejar pasar a una masacre como tal. También nos comprometemos a que se haga justicia, porque, aunque la mayoría de los que perpetraron intelectual y materialmente estos crímenes estén ahora en la recta final de sus vidas, es necesario que se concreten todos los procesos posibles, ya que la dignidad de los desaparecidos y sus familias está más presente ahora que nunca. Debemos reflexionar profundamente acerca de nuestro papel, como estudiantes, dentro del Estado. Debemos tener en claro que poseemos peso en esta sociedad, que en un futuro caerá bajo nuestra responsabilidad, así también como la historia que ésta conlleva. Para ello, deberemos sí o sí forjar una conducta ciudadana impecable que respete nuestra Constitución, al igual que muchos que pelearon por ella desde la gloria y el anonimato. Muchas veces, tal vez a diario, permitimos que se nos diga que este país está perdido, que del camino de la verdad y la justicia ya nos hemos desviado demasiado y que no importan nuestras acciones. Pero fueron personas, iguales a nosotros, las que, en tiempos difíciles, tuvieron el coraje de levantar los estandartes de la resistencia y decirle al mundo que estamos vivos, que tenemos orgullo y que nada está terminado.
Nosotros somos los hijos de esta sufrida patria, y con pasión debemos defender, no necesariamente lo que fue, sino lo que puede ser, lo que podemos ser. Y abogarnos, como lo dijo un fiscal allá por el 85, por el Nunca Más.

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