viernes, 29 de julio de 2011

29/07/11 - un día para Medio 2011

Durante las primeras horas de la madrugada mi descanso fue intranquilo, despertándome reiteradas veces. Sin embargo, estaba feliz porque, entre sueño y sueño, ya parecía que te había digerido: ni el rumor de tu voz ni el rastro de tu pelo se habían aparecido en medio de mis historias. Te habías ido junto a todo lo que se dijo anoche, lo que se dijo en los últimos días, y lo que se dijo en las últimas semanas.
Fue iluso pensar que mi cabeza no iba a escupir tales recuerdos de alguna forma, transformándolos en quién sabe qué situación monstruosa. Y sucedió, de la peor de las maneras, y me desperté molesto. ¿Cuál fue el resultado? Reiniciarme en los pensamientos de mi vigilia nocturna, volver a mirar mal a mi madre, volver a ignorar un plato de cereales en el desayuno. Como sucedía en febrero, pero ahora con menos tristeza y más rencor.
Porque no confundas: no estoy enojado por aquel motivo que es inevitable (y que a lo mejor me pone muy triste, pero solamente eso), sino por aquel que sí podría haber sido totalmente regulable de tu parte. Me cuesta creer que no sabías que estabas jugando con alguien débil, y que vos tenías el poder de manejar todo en el asunto. No niego que me quieras y me hayas querido, simplemente vos debías saber que era un juego. Y jugaste, y, al fin y al cabo, me engañaste. Porque de un momento para el otro se te dio por negar muchas cosas en la teoría, comparando todo lo que pasaba con los sucesos normales, y confundiéndome todavía más. ¿Y eso para qué? ¡Si era mentira! Era mentira porque en la práctica te comportabas de la misma forma que antes. Por eso no te entiendo.
Después de haber desechado prejuicios y darme cuenta de que eras una persona más valorable y mucho más afín a mí de lo que pensaba, ahora me doy cuenta de que de verdad no te conozco. O no creo conocerte. Y espero que cambies, porque con seguridad también sos, en parte, esa persona que yo concebía antes de ayer a la noche. Esa persona que realmente valía la pena.
Por cierto, leí tu carta, como me dijiste. Es muy linda, y no dudo de todo lo que está escrito ahí. Pero me heriste, ¿sabés? Y eso se cura con tiempo, si es que se cura.
Yo ya había sufrido mucho. Ya no tengo energías para sufrir más.